Cuaderno de bitácora escrito por Fran Gómez. Instructor de submarinismo de la escuela y centro de buceo Piscis Diving en Sant Feliu de Guíxols. Buceador enamorado de la vida submarina. Educador y concienciador en escuelas, institutos y universidades. Activista, allí donde esté, de la protección del medio marino.
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miércoles, 12 de marzo de 2014

liberty wreck

Hola Buz@s!!!

Tú ya sabes lo que es esto, preparas la botella, la compruebas, chequeas a tu compañero de burbujas, sonríes, y el agua se abre frente a ti como si Moisés hubiera dado la orden. Los peces dispuestos uno tras otro te hacen presagiar que donde te estás adentrando es en lo más profundo de ti mismo. Desinchas el chaleco, vuelves a comprobar los bares, 200 atm están muy bien, todo está correcto y la visibilidad, la visibilidad no importa cuando a tu alrededor hay vida por todas partes.
Tu compañero te mira, sonríe, ya estamos a 5 metros de profundidad, y sus burbujas cargadas de felicidad salen al encuentro de la superficie agradeciendo la inmensidad que cada día nos regala este perfecto planeta llamado Tierra. 


Poco a poco, tu compensación relaja tus oídos y ni el moco más puñetero podría terminar con tu inmersión. Lo das todo, un viaje alrededor del mundo, un viaje de más de 24 horas para poder conseguir el nirvana subacuático, un viaje lleno de suspiros lanzados al cielo, suspiros llenos de amor, amor hacia el medio marino, hacia la naturaleza y hacia el ser humano, ese ser contaminado por el consumismo, sin tiempo para sí mismo, capaz de levantar pirámides y alzar castillos, y capaz de matar por un dios, un equipo de fútbol o un puñado de euros. 
El azul, frente a tu máscara te hace olvidarlo todo, sólo tu compañero, binomio, tu burbujero ojeador y buscador de peces imposibles, es tu preocupación en ese momento. Y mientras tanto a pocos km de aquí, alguien es capaz de matar las pocas ballenas que nos quedan!!!


Tengo a grandes amigos en el frente, en la guerra, de corresponsales, de soldados, de capitanes de barcos, que entregan sus vidas a las ballenas, al planeta. Son gente con un corazón tan grande que cuando buceas con ellos sus burbujas tienen forma de corazón ¿Y cuánto cobran? Cobran todo y cobran nada, hacer algo para seguir viendo ballenas, delfines y tiburones vivos en el océano.
Poco a poco se empieza a divisar la silueta de esta gran mole, una mole cargada de vida hasta las trancas, señal de otra guerra tremenda que vivieron nuestros hermanos ranas, hace ya 70 años en la primera guerra mundial. Un submarino japonés, una orden desde arriba, sea donde fuera, un alto mando que bien seguro no tenía ni a un sólo hijo en aquella tragedia, manda torpedear un barco que ahora se encuentra bajo el agua, reposando a 30 metros de profundidad y que ahora se ha convertido en un lugar de peregrinación de todas las nacionalidades del mundo. Nacionalidades que un día estuvieron enfrentadas y ahora suspiran al mismo son.
Malditas guerras, malditos separatistas sean del color que sean.


La vida todo lo envuelve, hasta tal punto que tocar aquella máquina portadora de destrucción se convierte en un delito subacuático. La gran mayoría de los dive masters, para mi asombro, tienen un alto nivel de conciencia, protegiendo aquel pedacito de más de 120 metros de eslora. Un lugar donde se mira y no se toca. 


Ella es dulce, sus movimientos sensuales, el azul la envuelve como aquel barco que una vez sirvió para la guerra, para separar, para matar, ahora se sirve de su belleza, como si de un fantasma salido de las tinieblas se tratase. Su vestido blanco, sus pies pequeños, su cuerpo danzarín, con movimientos ondulantes y su rostro asiático, me hace creer que es un fantasma del pasado, una sombra de la guerra. Pero no, de vez en cuando sonríe, mueve su vestido que ondula al son del mar, estamos a 20 metros de profundidad y no lleva máscara ni nada que la proteja de aquel lugar hostil.


Poco a poco mi máscara busca los parámetros correctos para poder inmortalizar el momento. Mis dedos no paran, rueda para aquí, rueda para allá, ya está, lo tengo, no se me escapará este precioso fantasma traído del más allá, hipnotizador, con su risa asiática, me llama, me invita a disparar una y otra vez, esta vez, sin producirle la más mínima herida, ni a ella ni al barco que reposa en el fondo del mar. 


Liberty, este es el nombre del barco, nacido en los Estados Unidos. Su, es el nombre de ella, nacida en Corea del sur, país que está constantemente amenazado por Corea del norte, o eso es lo que nos venden los de siempre.


Busco la posición, mi respiración se relentiza, miro a mi alrededor, no quiero dañar ni una sola forma de vida de la que se ha envuelto aquella masa de hierro. Mis aletas reposan en el fondo, sin molestar a ningún ser, yo me preparo y empiezo a disparar. Todo sucede tan rápido que me parece un instante. La fotos dan fe de aquel momento. 


De repente aquella apneista, envuelta en un traje de novia, se convierte en tortuga, es ella, ya la había visto antes, tranquila en la que ahora es su casa, sin apenas inmutarse por nuestra presencia, parece hacernos una señal, mira aquí Fran, estos son los peques del arrecife, los caballitos de mar pigmeos. Son adorables, mi corazón se conmueve, son como pequeños peluches de apenas un par de centímetros. La pena me hace suspirar, un dive master los molesta para enseñárselos a un cliente, que atónito me mira incrédulo, no lo toques, parece gritar la tortuga.


Son ya sesenta minutos de buceo y toca abandonar la inmersión, el ansia por hacer la última foto me lleva a apurar el aire hasta quedarme a 30 atm de presión, la profundidad es ya de 5 metros y empiezo a estirar el aire hasta alcanzar los setenta minutos. En un lugar así, salir con más de 30 atm de presión es como dejarse la comida en el plato. Quiero más, cambiar la botella, preparar el siguiente buceo y retirarme al fondo del mar, ese maravilloso lugar que tantas emociones me ha regalado.


Por ti mar de mi corazón, por ti daré mi vida, como aquellos amigos que se encuentran en los lugares mas inverosímiles del mundo, entregando las suyas a cambio de nada, de todo. Por ti mar eterno, por ti ser que todo lo sala, por ti hasta el final, trabajaré para no dar tregua a aquellos que quieren prostituirte por un puñado de monedas, sean del color que sean, vengan de donde vengan.

Te amo.

Buen buceo buzos.

martes, 22 de octubre de 2013

buceadores en guerra

Buz@s,

el día amanece que no es poco siempre con esa luz que en un momento todo lo envuelve. Esa luz reflejada en el mar mediterráneo, ecosistema riquísimo en especies, colores y comportamientos singulares. Un mar castigado generación tras generación debido a la insensibilidad hacia los seres que lo pueblan. 
Este mar, que baña el lugar donde en este momento vivo, está enfermo y débil. Unos seres llamados Homo sapiens, sin escrúpulos, lo han convertido en la cloaca de nuestra supuesta civilización. Un verdadero vertedero de nuestras vergüenzas más profundas. 

Hartos de ver como la administración mira hacia otro lado, embajadores del fondo marino venidos de todas partes y conocedores del lenguaje de los signos submarinos, organizan su fin de semana para ofrecer un alivio a este maravilloso mar de Sant Feliu de Guíxols, corazón medio ambiental de la Costa Brava.
Las 8 de la mañana, buz@s ansiosos de entrar en guerra afilan sus tijeras. Sonrisas de complicidad y a la vez indignación se respira en el ambiente. Catorce años pidiendo que se proteja esta perla de la Mediterránea y ni el gobierno de Cataluña ni el gobierno de España han dado un paso firme a favor de la protección de esta biodiversidad que tenemos en casa.
Los submarinistas no se preocupan, se ocupan. Sin esperar nada de nadie preparan redes y globos de ascenso para dejar este ecosistema libre de porquería. Tienen hijos y saben de la importancia de trabajar para un futuro más limpio.


No todos los días tienes la suerte de poder jugar-te la vida por una causa noble, bajo ninguna bandera ni ningún rey. Sólo por los reyes del mar, los buceadores están dispuestos a darlo todo y a defender así a esos seres sin voz ni voto.
Esta vez son treinta metros de profundidad. Jaulas perdidas fruto de la pesca artesanal yacen en un fondo oscuro y angustioso. Cuando ves que el tiempo juega en tu contra es una verdadera contrarreloj. Puedes entrar en descompresión, quedarte sin aire o sufrir la borrachera de las profundidades. 
Nuestros medios son escasos, la guerra sin cuartel que se libra en Sant Feliu es, además de silenciosa y anónima, una guerra a vida o muerte, donde un grupo de héroes lo dan todo por la naturaleza.
La visibilidad es de unos veinte metros y frente a nosotros se abre precioso un azul que dibuja claramente su fondo. Desde superficie parece ir todo sobre previsto, pero el movimiento del agua indica corriente y ese factor es de vital importancia.



Descendemos y a treinta metros de profundidad encontramos el primer embrollo de restos de pesca, unas jaulas y una red enredadas nos dan la bienvenida. El mar inteligente nos reta con su primera prueba de fuego. Los buz@s equilibran sus chalecos, se miran unos a otros, la batalla está apunto de empezar. En esta ocasión las tijeras no serán necesarias, machetes afilados y desenfundados hacen los honores. 
Un cabo enredado golpea el arrecife y uno de los buzos se ha dado cuenta. Después de recibir el ok del buzo de seguridad éste procede a su desenredo, mientras el resto del equipo recoge las jaulas y las apila de tal manera que podamos hacer una gran masa y con un globo de acenso de 500 litros se pueda ascender a superficie donde otro equipo desde el barco lo localizará y lo subirá abordo.



Las cosas en el mar no son siempre un plan perfecto. La naturaleza impone sus reglas, los minutos de descompresión empiezan a pasar factura, los ordenadores nos alertan con su pitido, pero los buz@s siguen con su plan. El consumo de aire también juega en nuestra contra, pues a esa profundidad es cuatro veces mayor que en superficie.
Uno de los grupos trae otro montón de basura humana compuesta por más restos de pesca. El buzo que acarrea la chatarra respira con dificultad, el desgaste físico es tremendo, las burbujas que expulsa por su regulador lo dicen todo: ¡Qué asco de mundo neoliberal en el que vivimos!



Todo hecho una gran mola de porquería es lanzado a la superficie, el globo de 500 litros hace su trabajo facilitándonos así el nuestro. Buz@s exultantes se dan la mano, estamos a treinta metros y los minutos de descompresión nos presionan para abandonar la zona y comenzar un ascenso suave. La extenuación y el ejercicio nos ha saturado de tal manera que debemos ser prudentes. Tardamos varios minutos en alcanzar la superficie y cuando parece que todo ya ha terminado el globo se hunde de nuevo. 
Las caras de los buz@s  entristecen y muestran desilusión. Tanto trabajo para acabar otra vez en el fondo. En ese momento la corriente es tan fuerte que mi regulador entra en flujo continuo.




Cambio de botella, descanso en superficie y vuelta a empezar. Esta vez la operación será mucha más complicada, se trata de buscar y recuperar. La esperanza es lo último que se pierde y aquellos hombres rana, preparados con su atuendo típico de submarinista, descienden una vez más en busca de aquel tesoro que nadie querría llevarse a casa. No es ni oro ni petróleo ni diamantes, ni tan sólo son restos de un naufragio, ánforas romanas, fenicias o ibéricas. Son restos del saqueo humano para ganarse la vida que restan en el fondo para que otros la pierdan.
Esta vez, el fondo es arena, sólo arena y más arena. Las referencias no existen, sólo agua a treinta metros de profundidad y una estimación de donde puede estar perdido el tesoro arrastrado por la corriente.
Cuando comienzas un descenso y no ves el fondo, tu cerebro se desorienta y tu mente da rienda suelta a ese monstruo que a lo largo de la vida se ha ido creando, el miedo al abismo, al abismo de uno mismo. Y ahí estás tú, solo, buscando un globo blanco abrazado a un montón de porquería deseando salir corriendo.




¡No me lo puedo creer! ¡El globo ha llegado de nuevo a superficie! Estamos a más de 400 metros de distancia de donde se había izado por primera vez ¡Es alucinante! ¡Los buzos lo han conseguido! Nos aproximamos otra vez para cogerlo pero apenas a dos palmos de distancia, cuando ya estamos apunto de llegar, el globo comienza a hundirse, una vez más, empujado por la corriente, perdiéndolo de nuevo en el azul.
¡No me lo puedo creer! ¡Todavía los buzos no han terminado la descompresión y se nos ha vuelto a hundir! Cuando los buzos llegan a superficie, su cara de satisfacción se ve afectada por la mala noticia. Lo hemos perdido.
Recuperarlo dos veces es difícil, pero una tercera vez ya me parece imposible. Nuestra saturación está al límite de la enfermedad descompresiva, el tiempo ha acabado con el aire de nuestras botellas pero no con nuestra esperanza. 
El descenso es inmediato, los equipos se ordenan por profundidades y distancias, esta vez tiene que ser la definitiva. La seguridad es lo más importante. En superficie, el buzo de seguridad está alerta, preparado para cualquier intervención necesaria.
De repente, un blanco gigante rompe el agua y uno de los buzos del barco se abalanza sobre él como portero que salva el mundial y, antes de que se vuelva a hundir, lo subimos abordo. Los buzos gritan de alegría, el mar está más limpio que ayer y ¡esa es nuestra victoria!



viernes, 24 de mayo de 2013

Operación Ureña!

Con el mar en calma zarpamos con un objetivo claro, La Ureña.
La temperatura del agua en operaciones de esta envergadura suele quitar el frío al más pintado y para esta época del año es de 14 a 17 grados y la visibilidad, a diferencia de días donde los 20m nos daban la sensación de estar volando, ahora apenas es de tres.
La pared del Sadolitx cae en punta hasta los 14m de profundidad en la parte que toca a costa. Descendemos, con compensación suave y controlada. Los cambios de temperatura de estos días han hecho aparecer los mocos, malos compañeros de los submarinistas únicamente válidos para desempañar la máscara.
Mi compañero de batalla, a pocos metros, me da seguridad. En esta época del año el Port Salví suele tener redes que cruzan de lado a lado y es muy peligroso bucear con tan poca visibilidad. Así que tenemos que estar atentos, es fácil enredarse.
Es difícil ir buceando por el Sadolitx y no pararte delante de su roca llena de vida. Gorgonias blancas que se recuperan de las cicatrices de sedales perdidos por algún pescador. Pulpos curiosos que miran a escondidas en busca de una hembra a la que amar. Tordos picudos que habitan en su nido en forma de pastel, construidos con las piedrecitas más blancas del arrecife, para así formar una base sólida donde la fuerza del mar que lo envuelven no sea suficiente para impedir que su camada prospere en este mundo hostil.
A unos 20m del corte de la roca del Sadolitx, un desierto de arena se abre prominente, ni rastro de posidonia o coralígeno que pudiera verse afectado por la operación que en semanas, si todo sale bien, se llevará a cabo.
Un bloque de hormigón de una tonelada yace solitario en un fondo arenal sin vida. Mis movimientos calculados preparan el carrete con el globo para señalizar el lugar exacto donde se producirá el hundimiento del Ureña.
El pecio, además de generar un biotopo, será un espacio donde artistas del pueblo nos deleitarán con algunas de sus excentricidades. El fotógrafo submarino podrá improvisar fotografías de esas que llevas en el móvil y se las enseñas a todo el mundo.
Por parte de la administración no se ha encontrado ninguna pega. La operación Ureña ya está en marcha. Con este barco hundido ofreceremos un lugar alternativo donde bucear y así descongestionar el Port Salví, lugar de encuentro de innumerables submarinistas de todo el mundo. Estamos en el mapa, Sant Feliu de Guíxols apuesta por la sostenibilidad, por el turismo del futuro, petróleo nuestro añorado día a día.

Buen Buceo Buz@s

Fran